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jueves, 5 de octubre de 2017

ELDA MEDIEVAL (II)

http://www.clubdelahistoria.es/l/jaime-i-el-conquistador/

EL DOMINIO CRISTIANO

Y así, si la conquista cristiana aniquiló de raíz un proyecto político islámico, la pervivencia durante algunos siglos más de una numerosa población musulmana hizo que, al menos durante toda la Edad Media, las estructuras sociales andalusíes permaneciesen con no demasiadas alteraciones, así como la religión y las formas de vida, y en algún caso estos últimos elementos aglutinadores pervivieran ocultos hasta la definitiva expulsión de los moriscos a principios del siglo XVII. Pero, como antes apuntaba, la historia del islam en el medio Vinalopó no se cierra con el embarque del último de nuestros antepasados de origen islámico en el puerto de Alicante rumbo al exilio, pues aunque llevaron consigo sus pertenencias, dejaron como legado topónimos, una infraestructura hidráulica que soportó buena parte de la economía local, un espacio agrario ordenado y un entramado urbano que todavía pervive, así como aspectos de vida cotidiana y costumbres que nos identifican como sus herederos.

José Vicente Cabezuelo Pliego, Elda medieval. El dominio cristiano, en Historia de Elda, tomo I,
Ayuntamiento de Elda. Caja de Ahorros del Mediterráneo, Alicante, 2006, página 141.

jueves, 28 de septiembre de 2017

ELDA MEDIEVAL (I)

EL DOMINIO CRISTIANO

Taringa.net
Los sucesos acaecidos en los años centrales del siglo XIII constituyen posiblemente, al menos desde el observatorio de nuestro presente, el período de cambio más importante que ha experimentado el valle medio del río Vinalopó en su desarrollo histórico. Hablamos de un cambio político, social, económico, religioso y cultural ciertamente traumático en cuanto radical, por inmediato, que arranca del dominio musulmán peninsular un territorio, el reino de Murcia, para integrarlo en un nuevo orden, feudal, y en un nuevo espacio político y social, en Europa. Ahora bien, un cambio de tal naturaleza no supuso la aniquilación inmediata de los elementos sustanciales de un desarrollo histórico enraizado cinco siglos. Su desaparición fue lenta, gradual según la cualidad de los factores, y en algún caso, afortunadamente para nosotros, la pervivencia de los mismos nos habla de la trascendencia que la sociedad antigua, la islámica, tuvo en el desarrollo de la nueva, absorbiendo ésta todo aquello que de útil recibía y transmitiéndolo a la siguiente para que llegase hasta el presente.


José Vicente Cabezuelo Pliego, Elda medieval. El dominio cristiano, en Historia de Elda, tomo I,
Ayuntamiento de Elda. Caja de Ahorros del Mediterráneo, Alicante, 2006, página 141.


jueves, 28 de abril de 2016

ELDA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX

UN VISTAZO A LA ECONOMÍA (I)


El desarrollo, causa de la inmigración

Está absolutamente fuera de toda duda que el motor del cambio demográfico eldense ha sido la expansión de la industria del calzado que, nacida en el último tercio del siglo XIX, va a tener una época dorada durante los años de la Dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República para, tras un tremendo bache durante la postguerra, resurgir fuertemente en los años sesenta. Las dos épocas de expansión van a coincidir, naturalmente, con fuertes saldos migratorios positivos para la ciudad; pero, si el motivo migratorio sigue siendo el mismo (nadie abandona su tierra mientras ésta le ofrece la posibilidad de subsistir dignamente), el origen de los inmigrantes va a ser muy diferente; mientras que en los años sesenta la emigración manchego-andaluza fue la que, mayoritariamente, se instaló en Elda, la primera oleada -la de los años veinte al treinta y cinco- fue fundamentalmente de carácter casi comarcal, no siendo excesivamente radical concluir que fue una redistribución interna del Alto Vinalopó (concibiendo a ésta en un sentido amplio, abarcando incluso áreas de Yecla y Almansa).

José Ramón Valero Escandell, La inmigración en Elda durante la Dictadura y la República: causas, desarrollo y características.

Alberto Navarro Pastor, Miguel Martínez Mena y José Ramón Valero Escandell, 
Elda durante el primer tercio del siglo XX, 
Novelda, Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, 1980, página 101.

jueves, 7 de mayo de 2015

EL PANTANO

¡AGUA VA!


Las distintas presas construidas desde la Edad Media, y sobre todo desde el siglo XVII, permitieron al Valle de Elda disponer de un gran pantano para potenciar su riqueza y producción agrícola, fundamental en su economía hasta el siglo XIX.

Con el tiempo fueron aumentando las necesidades de agua para regar, así que los eldenses pensaron que podrían aprovechar toda la que se perdía del río si construían un pantano. De manera que, en 1684, llegaron a un acuerdo con el conde: a cambio de no pagarle los pechos se comprometían a construir el pantano pagándolo de su bolsillo. Pusieron manos a la obra y el pantano se terminó en 1698. Pero mira tú por dónde, hicieron mal los cálculos y les salió pequeño. Las fuertes lluvias del otoño de 1783 provocaron una riada que reventó el muro. Pero como no hay mal que por bien no venga, el accidente sirvió para hacer bien las cosas y emprendieron la construcción de un nuevo pantano con mejores materiales y más resistente. Lo acabaron en 1890 y el el mismo que ahora podéis visitar.

El Pantano es uno de los parajes más bonitos que tenemos en Elda, pero también es uno de los peor cuidados. Hace algún tiempo había muchos tarais y ¡hasta se podía bañar la gente!, pero ahora el agua viene muy contaminada y está muy estropeado porque se han hecho obras del ferrocarril, de la autovía y de la conducción de las aguas residuales de Sax.

Aún así, es nuestro Pantano y entre todos debemos echar una mano para recuperarlo y cuidarlo.


José V. Cabezuelo, Antonio M. Poveda, Joaquín Samper, Camilo Valor,
 ELDA, una historia para todos
Elda, Ayuntamiento de Elda, 1999, páginas 55, 56 y 58.



miércoles, 6 de mayo de 2015

EL MONASTIL (VII)



VASALLOS Y SEÑORES

De la vida y actividad de los habitantes de Elda durante los cuatrocientos años siguientes a la invasión se sabe muy poco. Formaron pequeños asentamientos rurales llamados alquerías. Con el tiempo se fueron convirtiendo al Islam y asimilando la cultura musulmana. Muchos lugares eldenses deben su nombre al que le pusieron los musulmanes. Por ejemplo, tenemos El Monastil, El Campico, Alfaguara, Agualejas, El Melic, Almafrá, La Jaud, etc. Por cierto, El Monastil se llama así porque los musulmanes creyeron que la vieja iglesia construida en la antigua Elo era un monasterio, que en su lengua es Al-munastir.


José V. Cabezuelo, Antonio M. Poveda, Joaquín Samper, Camilo Valor,
 ELDA, una historia para todos
Elda, Ayuntamiento de Elda, 1999, página 43.

martes, 5 de mayo de 2015

EL MONASTIL (VI)

ELDA MUSULMANA

En el año 713 apareció por Orihuela un grupo de musulmanes encargado de conquistar las tierras levantinas. Allí mandaba un noble visigodo llamado Tudmir o Teodomiro, que al ver a los moros se le quitaron las ganas de luchar y, como no era tonto, llegó a un acuerdo amistoso con ellos. A cambio de conservar el poder les entregó todo el territorio y se hizo vasallo del emir musulmán. Este acuerdo se conoce con el nombre de Pacto de Tudmir y la nueva provincia musulmana se llamó cora de Tudmir. Se encontraba situada entre las provincias de Murcia y Alicante y el sur de la de Albacete y en ella quedó incluida la población hispanovisigoda del valle de Elda, que se encontraba dispersa por las laderas de El Monastil, de Bolón y en algunos otros lugares cercanos al río. La vida en Elo fue languideciendo hasta convertirse en una simple alquería musulmana, es decir un conjunto de casas cuyos habitantes se dedicaban a la agricultura.


José V. Cabezuelo, Antonio M. Poveda, Joaquín Samper, Camilo Valor,
 ELDA, una historia para todos
Elda, Ayuntamiento de Elda, 1999, páginas 35 y 36.


lunes, 4 de mayo de 2015

EL MONASTIL (V)

¡HASTA TUVIMOS OBISPOS!

La llegada de los visigodos y la creación de un obispado entre los cristianos de Elo, favoreció la aparición de obras de arquitectura religiosa con decoraciones nuevas. Así, en lo alto de El Monastil, donde existía una antigua iglesia, se han recogido piezas de época visigoda pertenecientes a ésta como parte de un altar de mármol, una base de columna y fragmentos de ventanales o celosías de piedra. Además, a la iglesia se le añadió una pared en forma de herradura, llamada ábside, donde se sentaban el obispo y su séquito.

José V. Cabezuelo, Antonio M. Poveda, Joaquín Samper, Camilo Valor,
 ELDA, una historia para todos
Elda, Ayuntamiento de Elda, 1999, página 33.

jueves, 30 de abril de 2015

EL MONASTIL (IV)

LLEGAN LOS ROMANOS

Durante los dos últimos siglos anteriores al cambio de era, soldados y mercaderes romanos transitaron por nuestras principales carreteras, una de las cuales llevaba hasta ELLO (El Monastil).

En esta época comenzaron a usarse muchas y variadas monedas, algunas emitidas en las colonias próximas de Illici (Elche) y Carthago Nova (Cartagena). También fue el momento en que una nueva lengua, el latín, comienza a enseñarse, hablarse y escribirse, como se ve en las palabras escritas sobre piedras y cerámicas encontradas en El Monastil y en las villas rurales del territorio de Elda.

El paso e incluso el establecimiento de romanos en El Monastil, influyó en sus habitantes iberos, que en muchas ocasiones dejaron a sus pies sus vestimentas y modos de comportamiento, para adoptar formas de vida "a la romana".



José V. Cabezuelo, Antonio M. Poveda, Joaquín Samper, Camilo Valor,
 ELDA, una historia para todos
Elda, Ayuntamiento de Elda, 1999, páginas 25, 26 y 27.

miércoles, 29 de abril de 2015

EL MONASTIL (III)

LOS IBEROS

... los iberos eran, sencillamente, los nativos de Iberia, pero como los escritores griegos son tan minuciosos, no se contentaron con poner nombre a todo el territorio, sino que lo dividieron en algo parecido a regiones o comarcas, y es así como nos enteramos de que los antiguos eldenses ocupaban la región de Iberia llamada Contestania: más o menos las tierras situadas entre los ríos Júcar y Segura.
(...)
... las costumbres de los iberos fueron evolucionando y su cultura se fue enriqueciendo con las aportaciones fenicias, griegas y cartaginesas. Una de las cosas más características de los iberos, entre ellos los de El Monastil, es la cerámica. Hicieron una gran variedad de objetos, vasijas, platos, cuencos, etc., muchos de ellos decorados con animales, vegetales, escenas de caza y, sobre todo, con bandas circulares con SSSS. En el Museo hay varios ejemplos de esta cerámica.
También los iberos tenían sus manías a la hora de enterrar a los muertos: los quemaban en una gran hoguera o pira funeraria, aunque suponemos que, como ahora, no todos podrían permitirse ese lujo. Luego metían las cenizas, los huesos y algunos objetos personales del difunto en unas vasijas y las enterraban en cementerios que los historiadores, que todo lo complican, llaman "necrópolis". La de El Monastil aún no se ha encontrado, pero todo se andará. De momento ya tenemos tres objetos funerarios entre los que destaca una sirena ibérica de estilo griego. ¿Alguien adivina dónde puede verse?
El poblado ibérico más importante de nuestro valle era El Monastil. Como la población había aumentado, no sólo estaba habitada la parte superior, sino también la pequeña planicie que hay en la ladera sur. El lugar es estupendo porque estaba bien protegido y el río le proporcionaba agua para el riego, consumo y servía de ruta hacia la costa.
Además de cereales, los iberos de El Monastil también cultivaban ajos, cebollas, habas, vid, higueras y palmeras datileras. Tenían telares para hilar los tejidos de lana y lino con los que confeccionaban la ropa. Había tanto esparto por aquí que la zona ocupada por esta planta llegaba hasta Cartagena y los romanos la denominaron Campus Spartarius y a la propia Cartagena la llamaron Carthago Spartaria.
(...)
La religión fue muy importante entre estos iberos que, a menudo, dibujaban a sus dioses y sus cultos en las cerámicas que se fabricaban en El Monastil, algunas de las cuales se pueden ver en el Museo. Sobre todo tuvieron devoción a una diosa madre, diosa de la vida y de la muerte, de los animales y las plantas. Junto a ella fue muy importante el culto a un dios guerrero, dios de los caballos y de los animales en general.


José V. Cabezuelo, Antonio M. Poveda, Joaquín Samper, Camilo Valor,
 ELDA, una historia para todos
Elda, Ayuntamiento de Elda, 1999, páginas 17, 18, 20 y 21.



lunes, 27 de abril de 2015

EL MONASTIL (II)

EL COMIENZO

Después de milenios de venir utilizando las piedras para construir herramientas, el hombre primitivo las conocía muy bien y diferenciaba las que servían para fabricar herramientas y las que servían para hacer adornos, como el oro, la plata, la azurita, la malaquita... Esta última, cuando la calentaban mucho, formaba una pasta que al enfriarse se convertía en un nuevo elemento al que se le podía dar forma y filo. Había nacido la metalurgia del cobre y la Humanidad entró en la Edad de los Metales, concretamente en la Edad del Cobre, llamada también Calcolítico (del griego khalkos = cobre y lithos = piedra) o Eneolítico (del latín aenus = cobre).
Como en esta época se dedicaban a la agricultura, los antiguos eldenses, que eran muy pocos, se instalaron en las zonas llanas y con agua del Pantano y de la Casa Colorá. Era alrededor de los años 2500-2000 a.C.
(...)
Un buen día, hace unos dos mil años, se produjo un invento revolucionario: alguien tuvo la genial idea de fundir cobre y estaño juntos y obtener un nuevo material mucho más duro que los otros dos: el bronce. Y comenzaron las complicaciones porque la vida en comunidad tiene sus problemas. La posesión de tierras y ganado hizo aparecer las desigualdades entre las gentes y los más pobres no tuvieron más remedio que depender de los más ricos. El más rico de todos se convirtió en el jefe o rey y la competencia por las tierras y los minerales trajo la guerra. De esta manera se vieron obligados a trasladar los poblados a lugares elevados y los rodearon de murallas. Así es como surgen poblados en el Puente de la Jaud, en el Peñón del Trinitario y en El Monastil.
(...)
El más importante de todos es El Monastil, que se encuentra en el extremo oriental de la Sierra de La Torreta, en la parte que se ve desde la carretera de Madrid, y está rodeado por el río Vinalopó.


José V. Cabezuelo, Antonio M. Poveda, Joaquín Samper, Camilo Valor,
 ELDA, una historia para todos
Elda, Ayuntamiento de Elda, 1999, páginas 12 y 13.

sábado, 25 de abril de 2015

EL MONASTIL (I)

EL NOMBRE

Lo cierto es que no sabemos exactamente cómo se llamaba Elda en la antigüedad. Y no lo sabemos porque, sencillamente, Elda no existía, al menos en el lugar que hoy está. Lo que sí existía en aquellos tiempos era El Monastil; no el instituto de Secundaria, sino el poblado que se encuentra en el extremo este de la sierra de La Torreta, allá donde el río Vinalopó hace un cerrado meandro después de recorrer el pantano. Este poblado estuvo habitado durante miles de años, pero no sabemos con seguridad qué nombre tuvo, aunque dicen los arqueólogos que hay algunos indicios de que en época ibérica podría haberse llamado Ilo

José V. Cabezuelo, Antonio M. Poveda, Joaquín Samper, Camilo Valor,
 ELDA, una historia para todos
Elda, Ayuntamiento de Elda, 1999, página 7.



viernes, 13 de marzo de 2015

ELDA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX

Elda, en tres décadas (III)

Sin embargo, esta prosperidad industrial, comercial, social y demográfica no había ido pareja con un mejoramiento del nivel cultural general de la población. El problema escolar no existía apenas, porque ni los Ayuntamientos, ni el pueblo se planteaban como problema el que hubiera solo una escuela pública y algunas privadas; que la mayoría de los niños comenzaran a trabajar a muy corta edad y que no aprendieran ni siquiera las primeras letras; no había más periódicos que los que se recibían de Alicante o Madrid; no había biblioteca pública ni centros culturales ni educativos, ni otra cosa que el trabajo y el café, que de éstos sí había de varias categorías.
Este era el panorama general de este pueblo al advenimiento del siglo XX, que habría de traerle una profunda transformación en todos los aspectos, relegando al olvido y a la curiosidad histórica esta Elda que hemos mostrado a grandes rasgos, como un daguerrotipo amarillento que casi no nos dice nada, como si aquella Elda no fuera la misma en la que hemos nacido y vivido.


Alberto Navarro Pastor, Miguel Martínez Mena y José Ramón Valero Escandell, 
Elda durante el primer tercio del siglo XX, 
Novelda, Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, 1980, página 8 y 9.

lunes, 9 de marzo de 2015

ELDA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX

Elda, en tres décadas (II) 

Este incremento de actividad, este movimiento incesante, y la fácil corriente económica que movilizaba, creando continuamente puestos de trabajo y llevando el bienestar económico a las familias eldenses, atrajo a muchas otras  de poblaciones más o menos cercanas, asentándose aquí muchas familias procedentes de Almansa, Yecla, Jumilla, Pinoso y otras poblaciones de Murcia, Albacete y Alicante, además, naturalmente, de las localidades vecinas de Petrel, Monóvar y Sax, de las cuales no era preciso el traslado familiar, ya que la corta distancia entre estas poblaciones y Elda se podía recorrer fácilmente en bicicleta o a pie, para regresar de noche a su hogar. Esta clase de especial emigración se mantuvo durante todo el período de tiempo que vamos a relatar e incluso más adelante. El crecimiento del censo eldense que esta afluencia de forasteros originó hizo aumentar la población rápidamente, haciéndola ascender de unos cuatro mil vecinos en que se había estancado el incremento de población desde principios del siglo XIX hasta los 6.000 con que cuenta al iniciarse el XX, aumentando igualmente la extensión del casco urbano eldense, prácticamente anclado durante siglos en sus límites casi medievales en torno a la iglesia y el castillo.


Alberto Navarro Pastor, Miguel Martínez Mena y José Ramón Valero Escandell, 
Elda durante el primer tercio del siglo XX, 
Novelda, Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, 1980, página 8.

martes, 3 de marzo de 2015

ELDA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX

Elda, en tres décadas (I)

Cuando alborea el siglo XX, Elda ya está en plena recta de su carrera hacia la prosperidad como población y como zona industrial manufacturera. Ha dejado atrás, sin sentimiento alguno, una condición agrícola que nunca fue bastante para su sustento y que tuvo que ser complementada con el ingenio de los eldenses, creando pequeñas industrias como las de manufacturación del esparto, primero majándolo con los martinetes inventados por el eldense José Juan Anaya en el siglo XVIII y después usándolo para confeccionar felpudos, cordelillo en madejitas, cofines, capazos, etc., en cuyas labores participaban niños y mujeres, ganándose unos ingresos suplementarios como en la época actual con las tareas de doblar, forrar tacones, aparar, etc., a domicilio para las fábricas de calzado. Sus producciones más importantes, como las de almendra, oliva para aceite, panizo, uva para vino, etc., ya no son más que una pequeña, casi ínfima parte, de su economía. Y esto es porque desde mediados del siglo que finalizaba, la inteligencia y laboriosidad de los eldenses se ha volcado afanosamente en la producción del calzado, primero en pequeños talleres familiares en los que se fabricaba un basto calzado llamado "de percha", con un solo pie y con la única preocupación de su solidez y su duración. De estos talleres y de la comercialización de los productos "en ambulancia" o sea, de venderlos en las ferias cercanas, se pasó a las fábricas con una incipiente mecanización, y después, ya en la última década del pasado siglo, a lo que se llamó "las grandes naves", de las que al comenzar el siglo ya se contaban varias, con una fabricación de importancia y una exportación a Francia, Inglaterra, Portugal, Marruecos e incluso Filipinas que aunque sin cifras excesivamente importantes sí eran evidencia de la cota de calidad alcanzada por el calzado eldense.

Alberto Navarro Pastor, Miguel Martínez Mena y José Ramón Valero Escandell,  
Elda durante el primer tercio del siglo XX,
Novelda, Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, 1980, páginas 7 y 8.