lunes, 20 de marzo de 2017

LA GUERRA CIVIL EN ALICANTE (II)

https://www.youtube.com/watch?v=Avvrgrqh1IA
Mientras las miradas se dirigían continuamente al horizonte, los más serenos se daban cuenta que las cuentas no acababan de salir. Éramos muchos y necesitábamos más de un barco. En previsión de cualquier eventualidad, la entrada a la dársena se cerró con una doble hilera de ametralladoras apuntando al ejército que, en cualquier momento, iba a llegar por nosotros. El día y la noche pasaron sin sombra de barcos. Conforme avanzaban las horas, la incertidumbre y el nerviosismo fueron en aumento.
Finalmente, la situación se volvió insoportable. A la frustración y la impotencia por la falta de alternativas, se les unió la rabia de quien se siente miserablemente engañado y brutalmente abandonado. Esta depresión colectiva no tardó en manifestarse: se oyeron disparos, ¡comenzaban los suicidios! Era la desesperación ante una tragedia apocalíptica.
En la cercanía comenzó a oírse el ruido de motores, acompañado del griterío de la gente. Mientras el ruido y el barullo iban en aumento, todos en la dársena asumimos que eran tropas franquistas. Cuando las columnas de tropas llegaron al puerto descubrimos que no eran españolas, sino italianas. La primera reacción de algunos de los acorralados fue hacerles frente con las pistolas y ametralladoras. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de lo inútil de su resistencia. Las avanzadillas italianas del C.T.V., al mando de Gambara, habían cercado el puerto y al remover los vehículos que taponaban la dársena, nos taparon la única salida posible.
La imagen era trágica: ante sus amenazantes tanques y ametralladoras, se encontraba un desafortunada, anonadada y humillada masa humana. La pregunta estaba clara: ¿qué iba a pasar? Sabíamos que cualquier acción defensiva violenta acabaría con una descomunal matanza -según los estudios históricos, la cifra de republicanos que nos encontrábamos en aquel momento en el Puerto de ALICANTE rondaba las quince mil personas-. Un silencio de mal agüero invadió la zona, aunque al instante quedó interrumpido por la voz que salía de un potente altavoz:
- ¡Rojos, entregaos, no habrá barcos ni salida. Es inútil que resistáis, todo está bloqueado. Dejad las armas y salid en orden. Evitad disturbios y las consecuencias. No tenéis alternativa, rendíos y salid!

Paurides González Vidal, Vida y hechos de Paurides González Vidal, Quinta Impresión S.L., Alicante, 2004, págs. 154 y 155.

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