EL COMIENZO
Después de milenios de venir utilizando las piedras para construir herramientas, el hombre primitivo las conocía muy bien y diferenciaba las que servían para fabricar herramientas y las que servían para hacer adornos, como el oro, la plata, la azurita, la malaquita... Esta última, cuando la calentaban mucho, formaba una pasta que al enfriarse se convertía en un nuevo elemento al que se le podía dar forma y filo. Había nacido la metalurgia del cobre y la Humanidad entró en la Edad de los Metales, concretamente en la Edad del Cobre, llamada también Calcolítico (del griego khalkos = cobre y lithos = piedra) o Eneolítico (del latín aenus = cobre).
Como en esta época se dedicaban a la agricultura, los antiguos eldenses, que eran muy pocos, se instalaron en las zonas llanas y con agua del Pantano y de la Casa Colorá. Era alrededor de los años 2500-2000 a.C.
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Un buen día, hace unos dos mil años, se produjo un invento revolucionario: alguien tuvo la genial idea de fundir cobre y estaño juntos y obtener un nuevo material mucho más duro que los otros dos: el bronce. Y comenzaron las complicaciones porque la vida en comunidad tiene sus problemas. La posesión de tierras y ganado hizo aparecer las desigualdades entre las gentes y los más pobres no tuvieron más remedio que depender de los más ricos. El más rico de todos se convirtió en el jefe o rey y la competencia por las tierras y los minerales trajo la guerra. De esta manera se vieron obligados a trasladar los poblados a lugares elevados y los rodearon de murallas. Así es como surgen poblados en el Puente de la Jaud, en el Peñón del Trinitario y en El Monastil.
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El más importante de todos es El Monastil, que se encuentra en el extremo oriental de la Sierra de La Torreta, en la parte que se ve desde la carretera de Madrid, y está rodeado por el río Vinalopó.
José V. Cabezuelo, Antonio M. Poveda, Joaquín Samper, Camilo Valor,
ELDA, una historia para todos,
Elda, Ayuntamiento de Elda, 1999, páginas 12 y 13.
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